El viejo laboratorio del Real Jardín Botánico de Londres, en los Jardines Kew, es, aunque no lo parezca, el epicentro de los esfuerzos para detener la tala internacional ilegal. Los vasos de precipitación burbujean en una placa de cocción, mientras que las guitarras sospechosas que han sido enviadas por los funcionarios de aduanas para las pruebas reposan sobre estantes llenos de revistas viejas y libros de referencia en una multitud de idiomas.
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